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Empresas B, el lado luminoso de las pymes

Cuatro empresas cuentan su experiencia con los Certificados B. Cuáles son sus prácticas para ser consideradas bajo esta nominación. Cómo lo social, lo ambiental y lo económico puede convivir en un emprendimiento.

Empresas B, el lado luminoso de las pymes

En búsqueda de una nueva “genética” económica que permita que la ética y lo valores inspiren acciones colectivas, nacen las empresas con el sello B. Se trata de una certificación internacional que opera bajo estándares sociales, ambientales y de transparencia. A través de una revisión detallada de todos los procesos de una empresa, se identifican posibles áreas de mejora y oportunidades para ser un agente de cambio. Nacieron en los Estados Unidos con el objetivo de promover la transición hacia economías sustentables y, luego, se extendieron por todo el mundo y encontraron gran aceptación en la Argentina. 

En todo el mundo hay unas 1.195 empresas certificadas; de las cuales más de 130 están en América del Sur; y más de 30 están radicadas en la Argentina (20 radicadas en la ciudad o en la provincia de Buenos Aires). Multitakers dialogó con cuatro Empresas B de Argentina que cuentan sus experiencias sobre el tema.

Tonka SA

Una empresa de energía con foco en las energías convencionales como el gas, desarrollando y fabricando componentes para uso doméstico y, por otro lado, energía fotovoltaica. Federico Chevallier Boutell, comenta que siempre entendieron a la empresa como un medio para alcanzar varios objetivos simultáneamente, “ganar dinero es sólo uno de ellos”, asegura. La certificación B, en su caso, apareció como una vía para canalizar sus inquietudes sociales y ambientales. “Ser Empresa B surgió entonces como el camino lógico a seguir para profundizar nuestro enfoque de los negocios. Además, cargó de un significado más profundo a nuestras actividades cotidianas. Así fortalecimos un factor clave para nosotros que es ser una empresa con propósito, con sentido”, confiesa el emprendedor.

En Tonka tienen dos ámbitos de aplicación de la sustentabilidad, el social y el ambiental. En lo social, desarrollan un “Índice de Felicidad Tonka”, inspirado en el Índice de Bután y en otras experiencias, asegura Boutell. “Queremos saber el grado de felicidad de nuestros empleados, ver cuáles son las áreas de mayor impacto sobre el bienestar de las personas y trabajar sobre las que podamos influir. En lo ambiental, miden su huella de carbón desde hace tres años y realizan inversiones y acciones para el impacto ambiental. Instalaciones fotovoltaicas para suministro de energía, calentamiento de agua solar para lavado de piezas en procesos industriales, punto verde en la empresa que concentra todo el reciclado de los empleados, objetivo de basura cero, “y una novedosa acción de regeneración de selva misionera para ser carbono neutros son algunas de las acciones que llevamos a cabo”, termina enumerando el emprendedor.

Qero Ecovasos

Se trata de una empresa que nace con el objetivo de reemplazar los vasos descartables en todo tipo de eventos, empresas y demás instituciones por vasos que sean reutilizables. Esteban Bancalari, asevera que desde el inicio se dieron cuenta que sus valores empresariales estaban alineados con los de las Empresas B. La decisión de certificar fue una forma de reivindicar formalmente su convicción de que existe una forma distinta de hacer negocios que conjugue el aspecto ambiental, social y económico, “sin descuidar tampoco este último”. Bancalari señala que, sin sospecharlo, el proceso de certificación sirvió para formalizar procesos y “organizarnos mejor internamente, además de los beneficios de estar en contacto permanente con empresas y personas que tienen las mismas convicciones que nosotros”.

En Qero, además de tener entre sus objetivos ser sustentables, también quieren ayudar a sus clientes a serlo. “El reemplazo de los vasos descartables por ecovasos reutilizables implica un beneficio inmediato en términos de reducción de generación de residuos”. A casi 4 años de su comienzo como empresa, Bancalari describe que lograron evitar el uso de más de 50 millones de vasos descartables, “lo que equivale a 800 toneladas de residuos y 3.000 toneladas equivalentes de CO2”. Festivales, municipios y empresas son algunos de sus clientes: Cosquín Rock, Festival Emergente BA, Picurba y Bocas Abiertas; municipios como Godoy Cruz Mendoza, Mar Chiquita y Escobar; y empresas como Galicia, Pampa Energía y Quilmes.

La Marchigiana

Es un emprendimiento gastronómico mendocino a cargo de Fernando y Joaquín Barbera (padre e hijo, quienes aseguran haber encontrado en las certificaciones B, un “movimiento global que representa el tipo de empresa que somos y la evolución de la economía en la que creemos, donde el centro es la persona y no el dinero”. Convencido de la sostenibilidad como camino empresario, rescatan la posibilidad de compartir sus prácticas con empresas a nivel global, “generar sinergias y utilizar una plataforma para medir nuestro impacto social y ambiental”.

En La Marchigiana han sabido generar proveedores locales, como el caso de El Arca, según describe Barbera, “que comenzó con un grupo de personas del Barrio San Martin (un barrio carenciado del oeste mendocino) a las cuales se les hizo un préstamo para que plantaran tomates y se les enseño a producir el tomate triturado que usamos como insumo clave para nuestras salsas”. También, se recicla todo el vidrio y cartón utilizado. Las luminarias de sus locales son bajo consumo y cuentan con paneles solares para calentar el agua utilizada para preparar sus comidas. “El aceite que utilizamos en las cocinas”, destaca Joaquín Babera, “es reciclado y utilizado para producir jabones por mujeres en situaciones vulnerables”. En la actualidad, se encuentran desarrollando el segundo barrio para nuestros empleados, “el primero fueron unas 70 casas y este son 50 casas”, concluye el emprendedor.

De la Olla

Nace de la mano de Andrea Jatar, propietaria del emprendimiento gastronómico, a partir de la idea de brindar un servicio de viandas a domicilio con la base de comida casera de mercado, gourmet y orgánica. “Desde que echamos nuestras raíces”, asegura Jatar, “nos motiva reducir, reciclar y reutilizar todo lo que podamos, de allí que pensamos que podíamos conjugar nuestra pasión por la cocina con el cuidado del medio ambiente y el respeto hacia la sociedad, siendo partícipes de una cadena de valor a la que también le inquieten estas cosas”.

En de la Olla, Jatar describe que se reduce al mínimo el uso de recursos y la basura; se reutilizan los envases, identificados e higienizados; y se reciclan los herméticos al final de su vida útil, como también los residuos orgánicos. También trabajan con productos orgánicos cosechados a mano y “planificamos las comidas asegurando una dieta variada a lo largo del tiempo”.

Anibal A. Parera

No hagas negocios sin ella