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El valor de la perseverancia, según Abraham Lincoln

El destacado dirigente norteamericano suele ser tomado de guía en las escuelas de management. “No le temas al fracaso, que no te hará más débil, sino más fuerte”, solía decir. Su historia.

El valor de la perseverancia, según Abraham Lincoln

“Hace ochenta y siete años, nuestros padres crearon en este continente una nueva nación, concebida en libertad y consagrada a la premisa de que todos los hombres son creados iguales”. De esta manera comenzaba uno de los discursos más famosos y citados de la historia, aquel que Abraham Lincoln pronunciara el 19 de noviembre de 1863 en la dedicatoria del Cementerio Nacional de los Soldados de Gettysburg, cuatro meses y medio después de la batalla que tomó lugar en aquella ciudad durante la Guerra de Secesión Estadounidense.

Ese día, el entonces presidente enunció tan solo 272 palabras, pero estas resonaron a través de los años y las naciones, desafiando la predicción de su propio orador, quien ese día también afirmó: “El mundo apenas advertirá ni recordará mucho lo que aquí se diga, pero no olvidará jamás lo que ellos hicieron aquí”.

Nacido el 12 de febrero de 1809, Lincoln creció en el seno de una familia humilde en la campiña rural norteamericana, y su historia es la historia de un luchador incansable que supo prosperar más allá de condiciones adversas y muchos fracasos. 

Si bien no contó con una educación formal continua en la primera etapa de su vida, instado por su madrastra (su madre falleció cuando él tenía diez años), fue un autodidacta, estudiando y leyendo ávidamente por su cuenta. Esto lo llevó, en 1836, a estudiar abogacía, profesión en la que tuvo una prolífica carrera, participando en casos de renombre y siendo reconocido –al igual que en política– por sus intervenciones discursivas.

Cuesta arriba

Su experiencia en los negocios, sin embargo, no fue próspera. Con tan solo 24 años, tuvo que declararse en banca rota, tras lo cual pasó 17 años pagando las deudas que había adquirido. Su comienzo en la política, por otro lado, tampoco fue augurador ya que perdió su primera elección en 1832, cuando fue candidato por el partido Whig para la Casa de los Representantes de Illinois. Si bien dos años más tarde sí fue electo para este cargo, en el que permaneció (luego de tres reelecciones) hasta 1942, posteriormente perdió sucesivas elecciones para el Congreso de su país.

En 1854, el partido Whig –que había sido, desde 1934, el segundo más grande de Estados Unidos tras el Demócrata– se desintegró, dando paso a la fundación del partido Republicano el 20 de marzo de ese mismo año. Este fue el partido por el que, el 6 de noviembre de 1860, Lincoln fue candidato presidencial.

"Nunca bajó los brazos, perseverando ante la adversidad y manteniendo con firmeza sus ideales más allá de los obstáculos." 

Gracias a ello, un año más tarde, Abraham Lincoln se convirtió en el decimosexto presidente de Estados Unidos y el primero republicano. Su mandato, de todos modos, estuvo signado por los agudos conflictos que atravesaban al país. Solo los estados nórdicos apoyaron su victoria, mientras que, antes de que pudiera tomar posesión de la presidencia el 4 de marzo de 1861, once de los sureños se separaron y formaron un gobierno rebelde. Este estado de la situación derivó en la Guerra de Secesión Estadounidense, la cual acabó con la victoria de los nórdicos en 1865.

Consecuentemente, la prioridad de Lincoln durante su presidencia fue mantener la unión de Estados Unidos, poniendo en el foco del conflicto y de su estrategia bélica a la batalla contra la esclavitud. Es por ello que, el 1 de enero de 1863, emitió una de sus resoluciones más recordadas: la Proclamación de Emancipación, por medio de la cual liberó a los esclavos de los estados que habían declarado la secesión.

El 1864, Lincoln fue reelecto presidente, un período de gobierno que duró solo 42 días. En un episodio inmortalizado de la historia norteamericana, el viernes santo 14 de abril de 1865, John Wilkes Booth –un actor y simpatizante del sur–, lo asesinó de un disparo mientras se encontraba con su esposa en el teatro Ford de Washington.

El legado

Su temprana muerte, sin embargo, no empañó su figura ni la luz que su legado dejó a las generaciones futuras. Pese a sus derrotas, tanto en el plano profesional como en el personal (cuando contaba los 26 años su primera prometida falleció poco antes de la boda, dejándolo en una profunda depresión, y un año más tarde sufrió una severa crisis nerviosa que lo obligó a permanecer en cama durante seis meses), nunca bajó los brazos, perseverando ante la adversidad y manteniendo con firmeza sus ideales más allá de los obstáculos que la vida le impuso. 

“El camino era difícil y resbaladizo. Resbalé, pero me recuperé, diciéndome que aquello era un resbalón y no una caída”, supo decir. Y también: “No le temas al fracaso, que no te hará más débil, sino más fuerte”.

Hacer de cada derrota una fortaleza y, de cada obstáculo, un reto a vencer, es la condición que hizo de Lincoln el líder inspirador que fue y una de las lecciones más importantes que enseña su historia. Como demostró en sus 51 años de vida, es levantándose tras la caída que se logra el avance y aprendizaje real, y así se debe permanecer hasta alcanzar el objetivo. Sea en la política o en los negocios, es necesario prevalecer ante la adversidad y no dejarse desalentar por ella, haciéndose fuerte con esta experiencia y continuando, con empeño y perseverancia, el rumbo trazado.

No hagas negocios sin ella