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Enseñanzas desde coaching para gestionar mejor el tiempo

Los estímulos permanentes y las tareas pendientes pueden hacer perder el control del bien más preciado: el tiempo. Aprender a descubrir el valor de las actividades es una buena manera de empezar a cambiarlo, dice el autor.

Enseñanzas desde coaching para gestionar mejor el tiempo

Por Daniel Rosales, Master Coach* (Especial para Multitaskers)

La “gestión del tiempo” es uno de los problemas recurrentes que traen las personas a la conversación de coaching. No es un tema de falta de capacidad, sino que las personas, en una cultura predominantemente reactiva, van “ocupando” su tiempo buscando reaccionar o adaptarse a un mundo en permanente cambio. Eso lleva a que se genere la sensación de que la gente deja de vivir la vida y que, en cambio, sea la vida la que “vive” a la gente.

Desde hace ya muchos años surge la tipificación de “workaholic” como aquella persona adicta al trabajo. Esta tendencia se va agravando cada vez más, sobre todo desde el desarrollo del trabajo a distancia, tecnología mediante. Al igual que cualquier adicción, no se trata de la acción o sustancia a la que se le está dando poder sino al observador que pretende controlar y termina controlado.

Quizás sea posible determinar algunas tareas que faciliten esta tendencia adictiva, como ser los trabajos relacionados con la tecnología: programadores de IT (tecnología informática), diseñadores, redactores, periodistas, registros contables, entre los más habituales.

La responsabilidad de modificar esta tendencia es tanto de las empresas, que, en un pretendido afán por dar un “beneficio” a sus empleados favorecen este tipo de adicción y, por el otro, también desde el empleado que acepta esta transferencia quitándole valor a sus propios espacios de ocio (de vital importancia para el descanso cerebral) y de desarrollo de otras áreas de crecimiento personal y relacional.

Las consecuencias

Si nos preguntáramos sobre cuáles son las consecuencias de no organizarse podemos entender que este pensamiento está adherido al hábito reactivo, que es el mismo que impone que para “hacer” algo debe haber sucedido algo que requiere ser corregido, modificado, adaptado. “Algo” que ha sucedido en el pasado y que, si son varios eventos, comienzan a generar una “cola” de trabajos pendientes, ya sea en el ámbito personal o en el laboral. La falta de organización va trayendo aparejadas consecuencias no deseables que aparecen como tareas prioritarias, “urgentes” pero “no importantes”. 

Las consecuencias más importantes están en el dominio emocional del individuo, pues ese continuo oscilar entre pasado y futuro genera emociones de ansiedad (cuya base es el miedo de lo que se fantasea puede ocurrir), autoexigencia y frustración (cuando se suceden errores, sostenimiento de atrasos, etc.) y de insatisfacción al perderse el placer de disfrute y contacto con el tiempo “presente”. 

Sin dudas la procastinación es también una consecuencia muy habitual. La mirada del Coaching Ontológico pone el énfasis en el actor que realiza (o no realiza) la acción, más que en la acción en sí misma. Muchas personas postergan (inconscientemente) y luego, ante la frustración que ocasiona haber postergado aquello que supuestamente se ha elegido realizar, generan conversaciones explicativas y de juicios personales que cierran posibilidades futuras de realizar lo postergado. Se repiten frases del tipo: “soy así”, “no tengo cura”, “es evidente que no puedo organizarme en nada”.  Este “juego interior”, al decir de Eric Berne, sólo asegura la continuación del hábito justificador.

Cómo organizarse

Ahora bien, ¿cuál es el primer paso para organizarse? ¿Se debe hacer una reflexión de lo que realmente importa, de lo urgente y de lo importante? La reflexión es un acto en la emoción, más que en lo mental, que posibilita distinguir las consecuencias del hacer, soltando la certeza de explicaciones y estando abierto a distinguir lo que está faltando para lograr los resultados que se eligen. Decimos en coaching que el primer paso es tomar conciencia de la emoción que genera la desorganización permanente, el desorden, la reactividad, la confusión entre lo urgente y lo importante. Tomar “contacto emocional” con la “realidad presente”, como escalón inicial que posibilite “declarar basta”, abriendo así el espacio para el diseño de una “realidad deseada” que genera, al momento de visualizarla, emociones consistentes con lo que se elige y desea. 

Una Visión, cargada del Valor que implica un futuro elegido, se convierte en una poderosa fuerza que atrae y permite generar acciones proactivas (observadas desde el futuro), modificando el hábito de acciones reactivas (alimentadas desde el pasado).

"No hay peor plan que el que no se hace."

Las prioridades las establece el actor en términos del Valor que aportan esas acciones para crear el futuro declarado. El diseño de futuro surge de una Declaración de lo que el observador quiere que pase. Por lo tanto lo siguiente es observar qué está haciendo falta pedir y aportar para que pase lo que se quiere que pase, ya sea en términos de acciones como, fundamentalmente, en lo que refiere a las conversaciones, emociones y corporalidad de quien realizará las acciones.

No hay peor plan que el que no se hace. Si cada día, desde el presente, se visualiza el futuro y se compara con lo planificado, se podrán hacer los ajustes necesarios sin perder el compromiso en crear lo que se ha elegido.

Finalmente, los pedidos y ofertas se cierran haciendo las promesas que formalicen el compromiso para crear el futuro declarado. Pueden surgir contratiempos, sin dudas, pues no se controlan las circunstancias. En estos momentos, el compromiso en la Visión posibilitará retomar el camino una y otra vez. Los resultados son promesas cumplidas. Quien está comprometido deja de lado las conversaciones explicativas y se focaliza en la acción dirigida a resultados.

* Daniel Rosales es Director de la Escuela Latinoamericana de Coaching.

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