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La industria vitivinícola mide el pulso a las pymes argentinas

Las pequeñas y medianas empresas concentran un 90% de la producción de vino y son un espejo de los desafíos y oportunidades del sector. Cómo está el mercado, tras una década de expansión.

La industria vitivinícola mide el pulso a las pymes argentinas

El vino es la bebida nacional y un sinónimo de identidad ineludible para los argentinos. Pero, también, una de las industrias en las que se destaca la participación de las pymes, principales generadoras de la actividad y concentradoras del 90% de la producción nacional, de acuerdo al Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). 

Desde el año pasado, el sector atraviesa algunas complicaciones luego de experimentar 10 años de recuperación ininterrumpida. Con la caída en los niveles de consumo interno, las exportaciones aparecen como una opción que, si se sabe explotar, puede dar grandes resultados. Con todo, la industria vitivinícola aparece como termómetro para analizar el estado de las pymes argentina en la actualidad. 

De acuerdo al INV, 2013 finalizó con 25.372 viñedos en actividad y casi el 92% de la producción, que supera los 1.000 millones de litros anuales, concentrada en las provincias de Mendoza, San Juan y La Rioja. Además, la industria se ha refinado y, hoy, el 60% de los vinos que se fabrican y consumen son varietales y finos, mientras que el 40% restante corresponde a las variedades conocidas como “de mesa”.  

El año pasado, también, fue el año en el que repuntó el consumo nacional, con 25,53 litros de consumo per cápita, mientras que en los dos años previos no había superado los 25. De todos modos, aún se está lejos de los niveles de una década atrás, cuando el consumo por habitante era de casi 33 litros. Y ni hablar de los máximos históricos, de las décadas del ’50 y el ’60, cuando se consumían unos 42 litros por persona. 

Cuestión de costos

En 2013, sin embargo, la crisis de las economías de destino y un tipo de cambio menos favorable, hizo que los costos de producción se encarecieran con respecto a los niveles de rentabilidad logrados con la exportación y ese factor desalentó la salida a los mercados externos.

De ese modo, la situación cambió el panorama de los 10 años previos, período que había arrancado con un nivel de exportación del 10% de la producción nacional. En ese lapso, el porcentaje vendido en los mercados internacionales se logró aumentar al 28%.

"Entre septiembre de 2013 y septiembre de 2014, las bodegas más chicas, caracterizadas porque sus ingresos por exportaciones no superan los US$ 200.000, lograron un crecimiento de 40,5% en sus volúmenes de exportación."

Como consecuencia, el año pasado, el mercado local volvió a concentrar la atención de los productores nacionales. Pero los números relevados por el INV hasta septiembre de este año, dan cuenta de un menor crecimiento: en los primeros nueve meses de 2014, la baja en la comercialización total con respecto a 2013 fue de 6,18%, mientras que los despachos al consumo descendieron 3,19%, con caída en todas las variedades. 

Paralelamente, una de las alternativas que había ideado la industria para paliar el descenso a partir de la creación del Vino Turista -el plan que preveía la venta de vinos genéricos y varietales a buen precio como incentivo al consumo en restaurantes y supermercados-, no tuvo el resultado esperado y cuesta mucho conseguirlo en el mercado. 

Explorar las oportunidades

En este contexto, lo cierto es que las exportaciones continúan siendo una buena opción para quienes sepan aprovecharlas. “El vino argentino todavía es la novedad. Sobre todo si hablamos de algunas cepas como Malbec o Torrontés, hay ciertos mercados que están queriendo explorarlas y esa es una de las razones por las que el vino argentino todavía goza de buena salud”, analiza Martín Clément, gerente general de Clément, consultor y especialista en comercio exterior.

Por eso, las bodegas pyme, si saben potenciar sus oportunidades, pueden dinamizar sus niveles de exportaciones. De hecho, según un sondeo del mercado, entre septiembre de 2013 y septiembre de 2014, las bodegas más chicas, caracterizadas porque sus ingresos por exportaciones no superan los US$ 200.000, lograron un crecimiento de 40,5% en sus volúmenes de exportación. En contraste, las de mayor volumen, con niveles de exportación superiores a los US$ 8.000.000, disminuyeron sus ventas en el orden del 39%. 

“Para las bodegas pymes, Estados Unidos es el país más ávido de recibir el vino argentino porque es un mercado incipiente, lo que ayuda a que tengan más oportunidades. En destinos con mayores niveles de consumo, el mercado está saturado porque llegan más variedades. Pero, aún así, el vino argentino tiene un margen mayor de crecimiento”, considera Clément. 

Consejos para crecer

En ese sentido, las recomendaciones para mejorar las oportunidades en los mercados externos se basan en la organización y el conocimiento de las regulaciones vigentes. “A veces, los exportadores más chicos tienen problemas administrativos y les cuesta ordenar su logística de exportación, entonces, en algunos casos, no logran cobrar los reintegros correspondientes”, advierte Clément. 

Es que, hoy, en la exportación de vino fraccionado, esos reintegros llegan al 6%, una cifra que “prácticamente, representa el margen operativo de la empresa”. “Por eso, es importante que se focalicen en estas cuestiones porque, a la larga, les hace perder un nivel importante de rentabilidad”, observa el especialista.

“Hay que llevar un estricto control de los procesos de exportación, administrativos y de logística porque eso también puede generar costos extra. Por ejemplo, tener un contenedor parado durante un día, puede redundar en un costo muy alto que no guarda relación con el volumen exportado. Y, una vez que la carga salió, hay que cerrar el tema bancario con el tipo de cambio y presentar la factura de exportación en la AFIP. Si no hay desvíos, entonces, la operación es exitosa”, resume Clément.

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