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Impresión 3D, la cara del futuro

La impresión en tres dimensiones ya se utiliza para fabricar objetos domésticos e industriales, en un mercado en el que sobresalen pymes y emprendedores locales. Qué es y cómo se implementa.

Impresión 3D, la cara del futuro

La impresión en tres dimensiones (3D) se expande por las empresas a un ritmo vertiginoso y es considerada un sinónimo de futuro. Hoy, es posible diseñar en la computadora piezas de cualquier tamaño y hacerlas realidad en cuestión de minutos. A los avances tecnológicos y a la difusión de mejor y más información sobre el tema, se le suma el crecimiento de pymes y proyectos vinculados al tema.

¿Pero por qué debería interesar a cualquier empresario el mundo de la impresión 3D? La respuesta de los expertos, consultados por Multitaskers, es que hay una “cantidad inmensa” de aplicaciones de la impresión en tres dimensiones en firmas industriales o de servicios, que, entre otras cosas, permiten agilizar tiempos, reducir costos y evitar riesgos innecesarios en los procesos.

La impresión 3D, además, genera oportunidades de negocio como nunca antes: hoy, sólo hace falta una idea y ganas de experimentar para hacerla realidad. Lo saben en Kikai Labs, que nació hace poco más de tres años y se dedica al rubro. Fue a su fundador, Marcelo Ruiz Camauër, a quien le surgió la idea de crear una impresora 3D diseñada y fabricada en la Argentina. Con dedicación lo logró y hoy su objetivo es llevar las impresiones 3D a cada casa y transformar esta tecnología en algo posible de usar.

Un estudio asegura que un hogar promedio puede ahorrar hasta US$ 2.000 al año imprimiendo objetos de uso común.

“Es una nueva forma de fabricar cosas, que permite hacer en forma eficiente lo que no era posible. Ecológicamente es más sustentable y hoy las ofrecemos como un producto, no para hobbistas, sino para empresas y organizaciones”, dice a Multitaskers Ruiz Camahuer, hoy CEO de Kikai Labs, que ya vendió más de 200 unidades.

El ejecutivo devela el mundo que propone esta invención: “Este tipo de tecnología es un gran ecualizador de oportunidades, para trabajo local y para diseño local, para emprendedores e inventores y para competir mundialmente”, resume y no deja de opinar sobre “lo que es clave para crecer en este tipo de emprendimiento”.

“Se necesita más apoyo estatal, pero no en términos de subsidios sino de compras para colegios, universidades y laboratorios. Eso permite bajar el costo para las empresas y encarar desarrollo propio”. Como proyección, apuesta a que se inicie la creación de grandes estructuras inmobiliarias o incluso mobiliarias, realizadas en 3D, para seguir explorando esa área.

Cuestión de costos

Tener a disposición una impresora 3D permite, potencialmente, imprimir en el hogar o a la empresa cualquier insumo que antes se compraba. Un estudio de 2013 de la Michigan Technological University (MTU) asegura que un hogar promedio puede ahorrar hasta 2.000 dólares al año imprimiendo objetos de uso común. Así, en solo un año se tendría un retorno de inversión superior al 200%. Un hogar podría imprimir desde un palo de escoba hasta una canilla. Incluso, es posible crear puertas y ventanas y en el futuro se espera que puedan construirse casas enteras con esta tecnología.

En búsqueda de explorar los infinitos usos de esta propuesta, los integrantes de El Reactor, un estudio de ingeniería y diseño, realizan proyectos utilizando esta tecnología, a la que definen como “transformadora para la sociedad”.

“Realizamos proyectos de creación, producción, eventos de comunidades creativas, e innovación y de emprendimientos desde la fusión de la tecnología y las artes”, explica José Huidobro a Multitaskers, quien, luego de conocer el mundo de la impresión 3D en el exterior, en 2011 inició el emprendimiento Rep-Rap Argentina. En 2012, ganó el concurso Buenos Aires Emprende (BAE) 2012 y, con ese aporte económico, inició la construcción de una comunidad de fabricación digital utilizando impresoras 3D de Reproducción Rápida (de allí deviene el nombre de “Rep-Rap”). El Reactor surgió al asociarse con el realizador audiovisual Ramiro Marquevich. Desde allí, se capacitan e impulsan a interesados a experimentar con estas impresoras en todo tipo de disciplina y arte.

“Capacitamos y generamos nuestra propia competencia, porque los que realizan cursos con nosotros son futuros emprendedores de la impresión 3D. Lo hacemos porque creemos en sumar gente para que surjan más ideas y luego generar nuevos proyectos en conjunto”, detalla.
Ambos coinciden que existe un interés social y también a nivel de “agenda setting”. Gracias a conocerse la creación de una prótesis de motricidad por medio de esta tecnología, se profundizó la difusión y conocimiento de esta práctica.

Entre las claves para conocer sobre esta tecnología, mencionan estudiar en detalle “la información que existe sobre el tema para adentrarse, hacer un curso de modelado, armar tu propia impresora y arrancar a imprimir analizando las utilidades”. Marquevich dice que es un “proceso positivo: potencia profesiones y genera nuevos trabajos. No es que la máquina reemplazará a un humano, porque para utilizarlas mínimo se requieren cinco personas capacitadas para ello”.

Producción nacional

En la Argentina, se producen con esta tecnología piezas para diseño industrial, juguetes, partes de proyectos especiales y hasta artesanías. Las impresoras que comercializa El Reactor tienen un costo de $ 15.000 y fueron construidas, en parte, mediante otras impresoras 3D. En la firma brindar cursos para aprender a diseñar la impresora acorde a lo que se quiere producir. En este caso, el costo es de $ 13.000. En El Reactor brindan todos los elementos necesarios y en “cuatro días” se logra el objetivo, prometen sus fundadores. 

Como ejemplo de lo que se puede lograr, en El Reactor recientemente se iniciaron en la impresión 3D de cerámica. El dueño de un taller de cerámica en Mendoza los convocó y en equipo lograron avanzar sobre eso: “No son muchos los que incursionen en la impresión 3D y eso tiene que leerse como una invitación a lanzarse porque hay un terreno muy grande para explorar”, finalizaron.

También en el Centro Metropolitano de Diseño (CMD) existe un laboratorio de fabricación digital abierto a la comunidad, que ofrece la posibilidad de experimentar y realizar proyectos utilizando tecnologías innovadoras, trabajando en forma colaborativa y en red. Durante 2013, se dieron allí los primeros cursos gratuitos sobre impresión 3D y experimentación con materiales.

Por su parte, docentes y alumnos de la carrera de Diseño Industrial de la Universidad Nacional de Lanús (UNLA) trabajaron para poner en funcionamiento una máquina de impresión 3D de bajo costo. Para ello adaptaron un modelo de fabricación belga que imprime en plástico, para que haga impresiones en cerámica con el objetivo de reducir los costos en materiales. El proyecto se lleva a cabo a través de un grupo de trabajo abierto a la comunidad, llamado Minga Lab, integrado por alumnos de un rango etario que va de los 26 a los 44 años.

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