¿Querés persuadir, motivar o generar acción? Estas nueve estrategias pueden ayudarte a mantener al público concentrado en tu mensaje.
La capacidad de atención varía entre personas, pero en general, cuesta mantener la concentración en un solo tema por más de diez minutos seguidos. Después de ese lapso, la mente tiende a divagar.
La regla de los 10 minutos propone dividir la presentación en bloques de ese tiempo, alternando estrategias para estimular la atención. Podés hacer preguntas al público, mostrar un video, compartir una anécdota relevante o plantear un problema para analizar. Incluso apagar la pantalla por unos minutos puede redirigir el foco hacia vos. También podés cambiar el formato: usar un pizarrón, abrir un chat en una reunión virtual o escribir en papelógrafos. Un pequeño cambio basta para renovar el interés.
Según el libro Brain Rules de John Medina, tres días después de escuchar información, la recordamos solo en un 10%. Pero si esa información se presenta con una imagen, el recuerdo asciende al 65%.
Por eso, reemplazá textos largos y diapositivas recargadas por imágenes claras y relevantes. Las fotos atractivas, infografías o bullets breves pueden ayudarte a mantener la atención sin restarle protagonismo a tu mensaje.
Aunque los bullets ayudan a estructurar ideas, pueden resultar monótonos si se usan en exceso. Convertir esas listas en gráficos o visuales llamativos mejora la comprensión y retiene la atención.
Funciones como SmartArt en PowerPoint o Google Slides pueden transformar una lista en una imagen significativa. Por ejemplo, una flecha descendente con un símbolo de dólar puede comunicar una baja financiera de forma más clara que un simple bullet.
Cada persona que asiste a tu presentación aporta una mirada única. Reconocer ese valor colectivo genera una atmósfera de colaboración.
Frases como “Sé que hay mucho talento en esta sala, y los invito a compartir su visión sobre este tema” pueden abrir el juego a la participación y fomentar una comunicación más dinámica.
En las presentaciones online es muy fácil que la audiencia se desconecte, sobre todo si tienen la cámara y el micrófono apagados.
Invitá a mantener las cámaras encendidas para promover la participación. La posibilidad de ser visto por otros aumenta el compromiso. Claro que, si la cantidad de participantes afecta el rendimiento técnico, puede ser conveniente flexibilizar esta norma.
Las exposiciones tradicionales pueden volverse tediosas. Alterná métodos: usá mapas mentales, dibujá conceptos mientras hablás o incorporá software interactivo.
Estos recursos no solo captan mejor la atención, sino que también facilitan la comprensión de ideas complejas. Experimentá con distintos formatos hasta encontrar el que mejor funcione con tu estilo y tu público.
Una buena presentación no solo informa: guía al público a lo largo de una historia. Usá transiciones claras como “Ahora que vimos el primer punto, avancemos al segundo” o “¿Por qué esto es importante para nuestra empresa?”
Estas señales ayudan a reducir la carga cognitiva y facilitan el seguimiento, especialmente si alguien se distrajo por un momento.
Las preguntas abiertas convierten un discurso unidireccional en un diálogo participativo.
Podés preparar una lista de preguntas disparadoras, como:
Estas preguntas pueden generar reflexiones valiosas y elevar el nivel de la conversación.
El contenido y la estructura importan, pero también el horario en que presentás.
Evitá momentos como justo antes o después del almuerzo, cuando la atención suele decaer. Considerá los hábitos y rutinas de tu audiencia: algunos grupos rinden mejor por la mañana, otros al final del día.
Tener la atención de una audiencia es un privilegio. Y con ese privilegio viene la responsabilidad de brindar una experiencia clara, estimulante y útil.
Invertí tiempo en mejorar tus habilidades como presentador: desde estructurar una narrativa atractiva hasta encontrar formas efectivas de invitar al público a participar. Esa inversión puede marcar la diferencia entre una presentación que se olvida… y una que deja huella.
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