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Mario Bunge, el filósofo argentino que revolucionó la manera de hacer y enseñar la ciencia

Sus estudios abarcaron una gran cantidad de disciplinas y su obra se ve reflejada en 35 libros y más de 450 publicaciones. ¿Cómo fue la historia del físico que contradijo a Perón y al psicoanálisis?

Mario Bunge, el filósofo argentino que revolucionó la manera de hacer y enseñar la ciencia

Es difícil encasillar a Mario Bunge en una sola disciplina. La física, la matemática, la lógica y hasta la filosofía fueron exploradas por el científico argentino nacido en la provincia de Buenos Aires el 21 de septiembre de 1919.

Tal vez su cumpleaños número 100 –falleció el 25 de febrero de 2020- haya sido una muestra de su constante y activa participación no solo en el ámbito de la ciencia, sino también en el de la educación.

Estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y se doctoró en física y matemática en la Universidad de la Plata. Su curiosidad, siempre despierta, lo llevó a ampliar sus estudios en el Observatorio astronómico de Córdoba, donde se interesó por la física nuclear.

Hijo de un diputado socialista y de una enfermera alemana, con tan solo 18 años, fundó la Universidad Obrera Argentina, con el objetivo de que los trabajadores de distintas actividades reciban capacitación técnica y sindical por cuotas no muy altas. Sin embargo, la institución fue cerrada en 1943 por el secretario de Trabajo y Previsión de entonces, Juan Domingo Perón. Para Bunge, el peronismo no sentía pasión por la justicia social, sino que utilizaba la caridad de manera políticamente interesada. Un férreo opositor a esta corriente política argentina.

Un polígloto sin fronteras

El físico argentino publicó 35 libros y más de 450 artículos sobre diversos temas que oscilaron entre la física teórica, la teoría de sistemas, la sociología matemática, la epistemología, la ética, entre otros.

Su obra más destacada es la titulada “Tratado de filosofía”, compuesta por ocho libros, que fue escrita originalmente en inglés. Es que el erudito tenía un admirable dominio de los idiomas: hablaba español, inglés, alemán y francés.

Dicen que aprender nuevas lenguas abre la mente y borra las fronteras. Así sucedió con Bunge. Esta versatilidad le abrió el camino para acercarse a grandes personalidades como Karl Popper, a quien conoció en Venecia y con quien mantuvo una estrecha relación.

Enseñó y trabajó en diferentes universidades tanto de América como de Europa. Entre ellas se destacan las de Texas, Delaware, Temple, Pensilvania, UNAM (México), Montevideo, Ginebra, Zúrich, entre otras.

Ocupó hasta su muerte, asimismo, la cátedra de Lógica y Metafísica en la prestigiosa Universidad McGill de Montreal (Canadá), ciudad en la que transitó sus últimos años.

Su inclinación por lo internacional se refleja, además, en su familia. En 1940, se casó con la arquitecta Julia Molina y Vedia, con quien tuvo dos hijos: Mario y Carlos. Años después, conoció a la italiana Marta Cavallo con quien tuvo otros cuatro hijos.

Un trasgresor en muchos sentidos

En su enseñanza demostró ser un detractor de los exámenes, por lo que prefería fomentar en sus alumnos los trabajos en equipo y de investigación.

También trascendió su teoría sobre las llamadas “seudociencias”. “Hay seudociencias muy destructoras. Por ejemplo, la astrología es inofensiva. En cambio, hay seudociencias muy dañinas, como el psicoanálisis, la teoría económica estándar, todas las medicinas alternativas”, había manifestado en 2015, a sus 95 años, en una entrevista con el diario español El País. 

Nacido en un lugar donde la disciplina de Freud mantiene su auge, Bunge había señalado además que Argentina sería “el último reducto del psicoanálisis” y, en su visión, como la corriente psicológica tenía hipótesis irrefutables, ya no podía considerarse una ciencia.

Por su labor y sus investigaciones, Bunge recibió a lo largo de su carrera variados reconocimientos. El exmiembro de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia fue distinguido con 21 doctorados honoris causa. A su vez, le fueron otorgados dos premios Konex en diferentes ocasiones: en 1986, en la disciplina “Lógica y Teoría de la Ciencia”; y en 2016, en el área de “Lógica y Filosofía de la Ciencia”. En 1982, sumó a su estantería el Premio Príncipe de Asturias.

Se lo caracteriza por su inclinación hacia los “ismos”: el materialismo, el realismo científico, el cientificismo, el sistemismo, el emergentismo y el agatonismo. Todas concepciones filosóficas que él sustenta con mayor precisión en sus libros y publicaciones, un legado que permanecerá y que otros científicos tendrán el agrado de continuar.

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